Tordo Maicero (Gymnomystax mexicanus). |
Pocas veces o nunca antes escribí sobre mis vivencias personales como testimonios de vida. Como ejemplo mucho menos, pero si he dicho cosas de lo que me gusta, que comparto, como la que a continuación haré.
Sabrán desde que lugar escribo, qué tendencia crítica poseo ante las realidades sociales que padecemos y de las malas políticas gubernamentales, no creo ser el único que lo diga; a que me dedico y que cuelgo en estos espacios digitales de mis trabajos fotográficos o temas que son de mi interés o el de muchos.
Resulta que en estos últimos cuatro meses he elevado tantas oraciones posibles, leídas, inventadas, conversadas con el creador, que no me recuerdo a veces de algunas y hasta las combino una con otras en mi mente.
La razón de ellas, las oraciones, haber tenido a mi hijo mayor enfermo con cierta complicación, que debimos hospitalizarlo por 13 días. Con un cuadro que requirió buscar con urgencias las medicinas que lo protegieran ante una inminente gravedad. Así nos lo hicieron saber los médicos que lo asistieron gentil y diligentemente junto a el cuerpo de enfermeras del Servicio de Medicina Interna B del Hospital Central de Valencia-Venezuela, muchas bendiciones y gracias a todos,
Pero eso, gracias a Dios ya lo superamos, la fuerza de la fe en Él -siempre he sido un creyente-, las oraciones elevadas por nuestros mas cercanos familiares, amigos y compañeros de trabajo pudieron llegar a oídos del más grande a quien todo lo puede y es quien nos rige por el camino del amor la verdad y la vida.
Cuando estamos al frente de una problemática de salud, como la que atravesamos junto a él, mi hijo, mi esposa e hijas nos abre una visión clara al conocer de mano directa, lo que sufre a diario una persona que acompaña a un enfermo y no consigue los medicamentos o en el peor de los casos el dinero para adquirirlos, para evitar cualquier desenlace grave; ademas de las carencias que de por si, y denunciadas están, tienen los servicios internos básicos de agua o luz estas importantes dependencias hospitalarias.
Pero no es a eso a lo que me quiero referir en mi nota, sino al disfrute que genera en mi cada mañana al despertarme una hermosa ave (tordo maicero) la campanada de su canto cual despertador en mi ventana, que hace que mi oración sea cada vez más placentera, así lo siento a este nuevo amigo como si fuera Dios mismo -que me perdone por la comparación- el que toca el vidrio con su pico y me levanta de mis descanso cotidiano, recordándome que debo orar por quienes siguen enfermos.
Y es que pedirle por otra persona, desearles bienaventuranza es tan satisfactorio que se siente deleite cada vez que lo hago, gozo dirían los más fieles que yo.
Desde algún tiempo me he visto conmovido por las manifestaciones triviales que por ser tan imperceptibles me causan tanta admiración, de allí deriva el titulo de este blog, Cotidianomirar, porque eso es lo que a veces perdemos por tanta agite citadino, apreciar lo cotidiano, lo sencillo, lo casual, lo natural.
Entre atardeceres impresionantes, que ya los he colgado en este espacio y este nuevo amigo que comparto con Uds, visitante a diario de mi casa, creo que recibo un mensaje, no del todo descifrado aunque cristalino como el agua que bebe, pero que me atrevo a decir con certeza, me envía Jesús, Dios. No olvidar nunca más que el está en todas partes y de la mejor forma posible, junto a nosotros, atento a cada acción nuestra y que nunca nos abandona.
Tanta y tan cercana es su presencia que siento que su canto cada día es un himno. Que me asombra con la luz del sol, con su umbral y puesta. Que esa misma luz que me ayuda a captar mis fotografías son las que Él creó para que pudiera ver la vida en miles de matices, o pocos como el amarillo y negro de mi amigo visitante cotidiano.