21 oct 2015

Ocasos de tiempo, de vida

Atardecer en islote "La Playuela", Parque Nacional Morrocoy. Estado Falcón - Venezuela. foto: Jorge Cera Y.
Desde hace 11 años no disfrutaba de momentos y sitios como el de la fotografía que acompaña esta nota. Desde algún tiempo me motiva circunstancialmente observar desde la ventana de mi balcón los ocasos de nuestro astro Rey, el sol, que cual pintor me ofrece sus pinceladas como cuadros cada atardecer, no se si son síntomas de edad o simples sensaciones propias de ver que se acerca la adultez mayor.


En ese mismo largo tiempo, dejé de compartir con la familia, esposa, hijos, sobrinos y amigos allegados, quienes secretamente planearon el condumio para celebrar mi cumpleaños, mis 55, mientras a mi me costaba despegarme de las obligantes tareas laborales, la esclavitud. Viví así, cual esclavo, y digo en pasado, pues sentado a la orilla de esta hermosa playa, en el islote "La Playuela" del Parque Nacional Morrocoy, con sus cristalinas aguas y pasivo oleaje, reflexioné sobre mi medio siglo de vida.

Leo todos los días, obligado por mi trabajo de fotoperiodismo, sobre política, economía, sociedad y sus pormenores, envuelto en esa hecatombe que llaman civilización. Con sus ofertas de "progreso" y de primeros mundos y de supuesta calidad de vida. Ni hablar de las nefastas cifras que a diario registran las crónicas policiales que emergen de las páginas rojas de los diarios; de las ansias de poder de los candidatos que optan como mesías, para resolver la crisis que el país padece y de los gobernantes, que enquistados con una larga lista de desaciertos y de improvisaciones, intentan dominar por largos períodos con ideologías ya fracasadas.


Las preguntas iban y venían cual olas, que, como proceso de hipnótico romance, me seducían a pensar y a balancear propuestas de cambio en mi estilo de vivir. Llegaban melodías y letras de canciones justificando ese hermoso momento, mientras sentado oía y veía a mis seres queridos reír y disfrutar en esa gran mesa redonda que es la familia sumergida en aguas de felicidad, de ellos y mía. Me dije tantas cosas que quisiera esbozarlas todas, aquí, todas, pero sería un maltrato con el tiempo, díjeme yo, y a ese mismo tiempo, que es el que me grita, que me permite ver que la vida es ésta y no la que "mañana" cual utópico futuro llegará.

Inexorablemente llegará éste ocaso, como cada día, con su sabia bondad y nos ofrecerá uno nuevo todas las tardes de todos los días y en cualquier lugar. No busquemos otro, el vendrá puntual mañana y nos sorprenderá con sus nuevos matices celestiales, obra de nuestro creador. Nos maravillará, nos agradará, nos permitirá deleitarnos con su puntualidad e infinita manifestación de amor, de tiempo, de vida. (JCY)

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