30 nov 2014

Desde el taxi, micro-crónicas de una aventura diaria

Hoy, 5 de noviembre de 2014, desesperado por la altísima inflación que nos agobia en Venezuela, por ende del poco rendimiento de mis ingresos, he decidido alternar mi tiempo libre para obtener una "entradita" extra de dinero a través de la conducción de un taxi. Lo primero, cómo obtuve un vehículo en buen estado, mejor que el descontinuado que tengo desde hace 14 años.


Es casi medio día, paso por la panadería de siempre. Logro contactar visualmente a un "amigo" de la urbanización donde vivo, en realidad es amigo de muchos, tiene varios vehículos para el alquiler, aprovecho la coyuntura de encontrármelo justo donde frecuentamos ambos, "casualidad" diría yo, pues nunca esperé que me preguntara por mi carrito, le dije que está muy deteriorado, que si le reparo dos cosas se dañan tres, se ríe, pero sin perder la compostura de propietario.

Estoy acompañado por mi segunda hija, venimos de compras al auto-mercado (cercano a la panadería) del chino "Alfred" (nombre propio de un individuo originario de esta parte occidental del continente suramericano) si, aunque no me crean, ese es el nombre que tiene y por el cual lo conozco. Deduzco que el chino, quise decir Alfred, adoptó éste nombre para no sentir "exclusión" por sus rasgos e idioma.

Prosigo con la charla amena con mi amigo,-sin café de por medio, así a secas- tocándome el tema del carrito. Yo le digo en son de chanza que ojalá él tuviese un carro disponible para alquilar... sorprendiéndome con su respuesta - tengo uno que me acaban de entregar, si te interesa para dártelo de una vez- silencio y risas nerviosas. Me emocionó, nunca he tenido compromisos con propiedades de otras personas, mucho menos un vehículo, los riesgos latentes son muchos; ademas era lo que buscaba, no pude disimular. A lo que le respondo, quién dijo miedo -mientras me temblaba la voz y las piernas, lo confieso - le contesté de ipso facto que sí, que cuanto costaba y cuando podía disponer de el, mañana mismo si quiere me respondió parcamente.

Aun con la emoción a flor de labios, le dije a mi hija, que había resuelto el problema de su transporte a la universidad. A parte de lo agobiante de tener que estirar el dinero que percibo por mi trabajo formal, estaba también la incertidumbre diaria de mis hijos todas las mañanas de cómo irse y con quien a sus estudios. Los servicios de transportes son muy poco y con horarios muy diversos. Angustia ésta que compartía entre mi cena y el café del desayuno junto a mi esposa que es un "poquito" más angustiada que yo.

Llega el día siguiente, me dice que a que hora voy a buscar el carro, le pregunté que a que hora podía él, me responde que él está llegando a tomarse el cafecito en la panadería, si puedes vente y te lo entrego ya!

Me fui a paso apurado acompañado de mis dos hijas. Fue una inducción veloz, pues me dijo tres cosas, esta el clave de la alarma, en la guantera están los documentos del carro y no le abre el seguro de la puerta derecha con el sensor. Que tengas buen día, suerte, me espetó.

 Una vez montados los tres, mis dos hijas y yo, conduzco para llevarlas a sus clases, que empezaban en 45 minutos, les dije abróchense el cinturón que tenemos poco tiempo. Fue un recorrido ameno, con fluidez en el trafico, caso extraño, pues por esa vía transitan casi todos los vehículos de la ciudad -otrora Industrial- de Valencia.

Mientras me familiarizaba en el manejo, durante el recorrido, sólo pensaba en cómo y donde podía poner a producir esta maquina. Dejé que me llevara y despeje la mente por un buen rato disfrutando del viaje con ellas, escuchando la radio y mi programa favorito matutino de noticias.

Ya de vuelta, llegando a casa, me hace seña una mujer con una niña en brazos, solicitando los servicios de traslado, le hice señas yo también a través del vidrio indicándole que no era taxi. No yo no soy taxista me recalqué en la mente, pero de inmediato me atacó el subconsciente recriminándome ¡debes buscar algo urgente donde trabajar con el carro!.

Entonces, vuelven las casualidades de la vida y me encuentro al día siguiente dejando a mis hijos en la universidad y justo estaciono en un puesto de taxi, se me acerca un joven y me dice que por favor lo llevara a la avenida Bolívar.
Así comienza mi periplo en ésta nueva lid, aunada con la de fotógrafo, que cada "carrerita" me permitirá compartir con uds  mis vivencias durante el trayecto al interactuar con las personas y su caso particular.

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